Desarrollo Comunitario, Psicología Social

El enfoque de necesidades desde una propuesta de psicología social comunitaria

El enfoque de necesidades en las ciencias sociales en general y en particular en la psicología social,  es un tema central para el abordaje metodológico de las mismas.

Esta entrega presenta desde la propuesta  de Maritza Montero el abordaje de la indetificación de necesidades con una visión desde la psicología social comunitaria.

Maritza Montero,  encuentra como una de las tareas de la psicología social comunitaria, la identificación de necesidades (Montero, 2002)

Define la identificación de necesidades como

“el conjunto de  actividades  grupales, colectivas, de carácter participativo, mediante las cuales se busca  que una comunidad o grupo señale aspectos  de su vida común en tanto que tal,  que sienten como insatisfactorios, inaceptables, problemáticos, perturbadores, limitantes o imposibilitantes, de tal manera que ellos  impiden  alcanzar un modo de vida  diferente que se percibe como mejor y al cual aspira.” (Montero, 2002: 242)

De aquí podemos tomar algunas consideraciones.  La identificación de necesidades requiere de un actor externo al mismo grupo o que actué como tal en un acto metacognitivo y apoye en la reflexión de cuáles son las necesidades que el grupo identifica.  Cabe señalar que si bien este punto de apoyo es necesario en cuanto logra enfocar el tema, no es suficiente ya que al no posicionar esa reflexión en el sentir común se crea una dependencia de acciones en torno a la reflexión del líder y su retirada o desgaste mermará las acciones emprendidas por el  grupo.

Observamos también que hay una oposición entre necesidades sentidas y necesidades sabidas. Saber no es suficiente para tomar acciones tendientes a cambiar una situación. Es precisamente el vínculo entre saber y emoción que convierte a las necesidades en punto de apoyo al cambio social, es decir que coloca a las necesidades como movilizadoras de energía social.

Las necesidades se forman en los aspectos de  vida en común, de tal manera que trascienden el plano individual y lo sitúan en el social.  Cada grupo o comunidad forma un ideal de lo que significa un “modo de vida mejor”, pero difícilmente se percibe en solitario ya que involucra al grupo más cercano al individuo y lo relaciona con su contexto. Así, la superación de aspectos problemáticos, inaceptables, perturbadores, limitantes o imposibilitantes se da en colectivo y mediando el deseo individual con la carencia compartida.

La identificación de necesidades en este enfoque es más de  carácter emocional que  cognoscitivo, ya que sólo al ser cargado el saber de la emoción encuentra el vinculo que le da dirección  y sentido, es decir la necesidad se vuelve movilizadora de energía social.   De tal manera que sólo lograr identificar la necesidad no la convierte en motivo de transformación social. El saber del grupo o comunidad cargado de la emoción que éste genera, es lo que posibilita el surgimiento de acciones que se consideran relevantes y facilita su prioridad en la vida comunitaria.

Con respecto a los agentes externos, se debe señalar que si bien pueden servir de apoyo para nombrar la necesidad, solamente sí ésta logra ubicarse en el sentir de las comunidades, es que podrá ser verdadera movilizadora de recursos y  sostenerse el tiempo necesario para transformar tal o cual situación.

Esta postura presenta tres tipo de necesidades: Las normativas o inferidas, que son dictadas por expertos en función de criterios técnicos;  las sentidas,  o aquellas que las personas expresan ya sea nombrándolas o por otros medios de acuerdo al grado de conciencia que se tenga de las mismas; y las comparadas,  las que surgen por oposición entre quienes tienen esas necesidades cubiertas  y quienes no tienen cubiertas ciertas necesidades.

Podríamos entonces esquematizar está visión de la psicología social comunitaria de la siguiente forma:

Hay un plano objetivo y uno subjetivo de la necesidad, a este plano objetivo se liga la noción de necesidad sentida, idea ligada en este caso a la carga emocional que el sentimiento genera.  En el plano subjetivo se liga la noción de necesidad sabida, idea que se liga con que el conocimiento es parcializado y sólo nombrarlo puede dar la “visión de expertos”, pero no cargarlo de el componente emocional que movilice acciones tendientes a modificar el plano objetivo que genera la necesidad.

Por otra parte se presenta un plano social y uno individual. El plano individual esta ligado al deseo que en su extremo puede presentarse de forma inconsciente, en oposición el plano social, se liga a la carencia como aspectos de la vida en común que dificultan o entorpecen llegar a “un modo de vida mejor” y éste necesariamente se presenta de manera consciente.

Podríamos concluir en Montero, que la necesidad como movilizadora de energía social tendiente a la transformación,  se presenta idealmente en el plano objetivo, contiene una carga emocional derivada del sentir, se presenta en el plano social como resultado de una carencia y se puede identificar de manera consciente. Ver figura 1.

@roldrigo

Bibliografía consultada

Montero, M. (2002). Procesos de influencia social consciente e inconsciente en el trabajo psicosocial comunitario: La dialéctica entre mayorías y minorías activas. Psicología social comunitaria. Teoría, metodo y experiencia (Primera ed., pp. 239- 257). Guadalajara, México: Universidad de Guadalajara.

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Algunos aportes al desarrollo social desde la psicología social comunitaria

Hoy en día difícilmente se puede negar las ideas de interdisciplinariedad. Se sabe que una sola ciencia (ya sea que enfatice la teoría o su aplicación en un campo de conocimiento) no podría agotar todas las aristas de los problemas que llamamos sociales. Pero cierto es que las universidades siguen formando en una disciplina, así que cada nuevo egresado de un programa académico es portador de una particular forma de asirse de “la realidad” o de acercarse a ella, con un bagaje teórico y metodológico singular. Más aún en las ciencias sociales, donde la pluralidad de enfoques permite ver un abanico de complejidad mayor.

Por supuesto que la psicología no esta exenta para nada de esta situación. Un escenario frecuente del psicólogo que decide hacer psicología social o al menos aquella llamada: comunitaria,  es aquel en que tendrá que poner en práctica ese bagaje de saberes junto con otros profesionales de las ciencias sociales para llegar a algún punto cercano de la multidisciplina, interdisciplina o transdiciplina, según sea que logre irrumpir o explorar en otras fronteras de conocimiento.   Debo decir también que al llamar profesionales no puedo acotar sólo en aquellos casos en que hay previa una formación universitaria, me refiero además a lideres sociales, personas activas de la sociedad civil organizada, extensionistas  y otros tantos que hacen del trabajo comunitario su profesión.

Varias vetas de abordaje se van entonces descubriendo o mejor dicho, el psicólogo en particular se encuentra con ellas. ¿Qué hacer entonces en el trabajo comunitario? El trabajo social, la sociología, la antropología, la geografía social, entre otras disciplinas encuentran en la comunidad espacios en los que su formación puede tener aplicación especializada. El momento de poner a dialogar su conocimiento con otros saberes, en lo cual incluyo al saber popular, pone a prueba la primer posibilidad de aportar al desarrollo de la propia práctica psicológica y al mismo desarrollo social.

Cuando el psicólogo social entra en diálogo con otros profesionales que deciden abordar el trabajo comunitario, se encuentra con que comparte su objeto de estudio: la comunidad,  y poder definir a ésta marca en gran medida su quehacer con la misma o en la misma. Tendrá que plantearse entonces la comunidad no sólo como extensión territorial más o menos delimitada, sino que habrá que ir  más allá y definirla en términos de dinámicas sociales, prácticas concretas y actores específicos. Otro momento es relevante para el psicólogo social, pues ahora que ha identificado una comunidad tendrá que marcar  distancia con la misma.  Si se considera parte de ella, su actuar entonces estará ligado a metodologías cercanas a la acción participante o una práctica militante,  si se  considera fuera de ellas, su tarea se encontrará identificada con metodologías que le permitan demarcar  más su rol en la comunidad.

El psicólogo social tendrá que definir cual en su posición personal en relación a la comunidad elegida, estar “con”, “para”, “en”, “desde”, la comunidad hace también una referencia de su quehacer. Un posicionamiento profesional y político.  Las referencias latinoamericanas obligadas de Maritza Montero, Martin Baró, Eneiza Hernandez entre otros tantos psicólogos que han abordado ampliamente estos temas,  llevan a la reflexión del quehacer y  han  inspirando sin duda a ya varias  generaciones de psicólogos.

Algo similar pudiera decirse del aparato metodológico que el psicólogo social utiliza ya que también se comparte con otras profesiones afines. Clarisa Ramos (Ramos Feijóo 2000), hablando desde  el trabajo social, comenta que los aportes pioneros de esta profesión han dejado el protagonismo a la psicología comunitaria olvidando por completo el acervo propio de su profesión. Pero el aparto metodológico utilizado se comparte con antropólogos, sociólogos y otros ya mencionados.  Algunos como Clemencia Castro (Castro 1993) hablan incluso de que no es necesario nombrar Psicología Social Comunitaria (con mayúsculas) si no que sería más propio hablar de psicología y procesos comunitarios para referirse a los aportes de la psicología en las comunidades.

En el terreno práctico del trabajo comunitario es tan frecuente encontrarse sociólogos haciendo antropología y sosteniendo que hacen sociología, como frecuente encontrarse psicólogos haciendo trabajo social  y argumentando que hacen psicología, quiero decir entonces que no se trata sólo de categorías analíticas, métodos y técnicas, la llamada realidad social obliga a todos aquellos interesados en el trabajo comunitario a acercarse a otras formas de conocer y de intervenir.

¿Qué razones tendría un psicólogo social para irrumpir en la dinámica de una comunidad? Posiblemente esto iría desde los deseos e intereses personales hasta los objetivos planteados por alguna organización  o institución.

Si el psicólogo social llegara desde fuera de la comunidad a iniciar o continuar un proceso social en el marco de una institución, tendría que estar claro en principio que cada institución tiene una carga  valorativa que la comunidad le asigna. De entrada la comunidad tiene expectativa al momento de recibirlo.

Por otro lado, la institución tiene expectativas al colocarlo frente a la localidad. Es que cada institución tiene objetivos específicos a realizar con las comunidades y sí, ciertamente hablamos de intervención en el sentido de irrumpir en lugares en donde incluso no han sido llamadas.

Tres intereses están en diálogo: los del psicólogo social, los de la institución que lo lleva frente  a la comunidad  y los de la comunidad. Sin dejar de ver que la misma comunidad no es un bloque  que aglutina en una unidad de intereses a todos los que en ella se encuentran.

La institución buscará el camino de la normatividad, de asegurar los “modos adecuados” de participar, de organizarse. Parece una lógica de “ir a ordenar lo que esta desordenado”.  Es decir una visión moderna de las estructuras sociales, donde la participación se centra en el ejercicio ciudadano. Para eso entonces es necesario mandar a alguien de fuera, en este caso al psicólogo que nos hemos referido.

Las comunidades que se organizan y logran identificar objetivos comunes y proyectos de vida compartidos, posiblemente  vallan en dirección contraria,  hacia métodos mas ligados a la tradición  y muchas de las veces contrario  a lo que los programas sociales  ofrecen. Una lógica de “llegar a desordenar lo que está ordenado”  en el sentido de que las propuestas que se les ofrecen no aporta  a solucionar  problemas viejos.

Así las instituciones en su operación  de programas tienen límites estructurales que delimitan los márgenes en que el psicólogo comunitario debería moverse.

El psicólogo, que es quien se encuentra  frente a las comunidades representando a la institución, tiene entonces que saber “leer” el contexto social en que se encuentra inmerso. Pero no todas las instituciones que tienen  trabajo en  comunidades tienen una visión de desarrollo social, si no de asistencia social.

Programas derivados de las instituciones de  desarrollo social  no hacen necesariamente  trabajo comunitario con este enfoque, al mirar  la forma en que los programas se operan es muy probable que se encuentre que los programas  llegan con ideas preconcebidas  de lo que debería ser el desarrollo, entonces quien los opera, (muchas veces los psicólogos) tienen la tarea de convencer   a las comunidades de que “era lo que necesitaban” o al menos eso se espera de él.

Entonces ahora un dilema ético, ¿debe el psicólogo prestar sus saberes para legitimar prácticas que la institución aprueba, aun siendo contrarias a lo que las comunidades demandan?  De entrada la respuesta es: no.

En un contexto institucional que prioriza sus objetivos, ya sea por considerarlos adecuados o por favorecer los de algunos actores o grupos en particular, es posible encontrar un margen de acción suficiente para que el psicólogo social lleve a cabo acciones tendientes al desarrollo social.

Parafraseando a González Aguirre, el desarrollo social tiene que ver con crear condiciones de posibilidad para transitar de un punto A, a un punto B, pensando siempre que B, será mejor que A. no siempre habrá un camino lineal entre el punto de origen de una comunidad y punto de llegada de la misma, pero  el psicólogo social tiene una formación suficiente para ayudar a crear estas condiciones de posibilidad, entendiendo desde dónde se parte en la comunidad  y a dónde se encuentra el punto de llegada que la misma comunidad  busca, es decir, su proyecto de vida colectivo (D’ Angelo Hernández 2000).

Norman Long, llama a esto capacidad de agencia,  refiriéndose a la capacidad de ordenar y sistematizar  la experiencia, tomar decisiones y actuar en consecuencia (Long 2007) Todos somos entonces agentes de desarrollo en una arena social: la comunidad, en donde al encontrarse una multiplicidad de formas de concebir la vida social, de intereses y de formas de actuar, se da un choque o interface donde cada uno encuentra su particular forma de aportar al desarrollo y de la cual se hará responsable, si decide mantener su capacidad de agencia y no conformarse con ser un sujeto, con todo lo que esto implica.

Siendo todos agente de desarrollo ¿Por qué un psicólogo social en las comunidades? En el entramado contexto social de las comunidades y las instituciones que las abordan, el psicólogo social puede aportar  a ver un problema o necesidad social y nombrarlo, es decir llevarlo de la subjetividad en individual a la subjetividad social, problematizarlo de tal manera que aporta a formar un proyecto de vida común.

En toda organización social, es invariable la presencia de conflictos, los aportes  a la educación para la paz o para el conflicto también son importantes, el psicólogo también es visto como un mediador de conflictos. El tema educativo no se escapa de lo que el psicólogo social puede desarrollar, desde la educación formal o informal, la educación popular ya a marcado camino es esto. Reconocer y fomentar liderazgos locales, que ha sido tema muy tratado por los psicólogos, al igual que todo lo relacionado al sentido de comunidad, como los procesos de filiación y membresía, también son aportes de la psicología social al trabajo comunitario.

Pero es complicado que en las instituciones se soliciten psicólogos sociales, se busca profesionales que puedan desarrollar estas áreas, aún sin saber en muchos de los casos como nombrarlas.

Es necesario que el psicólogo no olvide otra comunidad, la de aquellos que hacen trabajo a nivel social y específicamente al desarrollo de la psicología comunitaria.

Rodrigo Rodríguez

Junio 2012

Castro, M. C. (1993). La psicología, los procesos comunitarios y la interdisciplinariedad. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara.

D’ Angelo Hernández, O. S. (2000). «Proyecto de vida como categoria basica de interpretacion de la identidad individual y social.» Revista Cubana de Psicología 17: 270-275.

Long, N. (2007). Sociología del desarrollo:  una perspectiva  centrada en el actor. San Luis, México, Centro de  Investigaciones  y Estudios Superiores  en Antropología Social

Ramos Feijóo, C. (2000). «Enfoque comunitario, modernidad y postmodernidad. El trabajo social con la comunidad en tiempos de la globalización » Alternativas: Cuadernos de trabajo social 8: 185-0204.

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