En un momento en que parece que existen tantas formas de comunicar, venimos a darnos cuenta de que las que utilizamos no logran ser las más eficaces.
En una conversación que tenia con una mujer cercana a los cuarenta años de edad, comentábamos de la costumbre arraigada en su familia de tener “juntas familiares”. Estas juntas consistían en que al momento de presentarse una situación que se considerara problema en la familia, todos los integrantes de la misma se reunían para hablar sobre el hecho y buscar un rumbo distinto para el mismo. Al parecer muchas de las situaciones problema lograban tener un rumbo favorable después del incomodo evento que significaba ponerlo sobre la mesa, sin embargo invariablemente persistían un sentimiento de haber hecho algo mal.
Esta conservación me llamaba particularmente la atención ya que la persona con la hablaba, forma parte de un grupo comunitario que encuentra como primer problema identificado en su comunidad: “no saber decir lo que queremos”. ¿Qué pasaba entonces con la comunicación cuando la costumbre de las juntas familiares era una oportunidad? Recuerdo entonces que una primera propuesta que encontramos fue revisar la manera en que esta oportunidad (las juntas familiares) se realiza, es decir, revisar como se da el proceso de la comunicación.
Entonces la opción fue recurrir a un viejo mapa conceptual del libro En contacto íntimo de Virginia Satir (Satir , 1981). Su propuesta es bastante clara, partir de una comunicación con una autoestima que permita vivir libremente. Pero seguro más de una vez habían ya escuchado hablar de esto, aun así resultaba ser un tema de entrada para hacer trabajo comunitario, aunque debo decir que una propuesta de este tipo sería desdeñada por muchos que olvidan que hay quienes no tienen la oportunidad para detenerse a reflexionar estos temas.
El taller armado desde la propuesta de Satir, hacia un llamado a la congruencia, pero siempre que se tocan estos temas, se tiene que estar dispuesto a tomar una posición después de confrontar el dialogo interno contra el dialogo externo. Conforme las reuniones a forma de taller se desarrollaron, se generó cierta expectativa entre otras personas de la comunidad. En un par de ocasiones se acercaron esposos de las asistentes que pese a las invitaciones directas nunca se incluyeron de manera activa, sólo se limitaban a mirar al interior del salón de la delegación en que se realizaban las reuniones.
Parte importante del taller consistía en hacerse preguntas y salir del salón con algunas reflexiones. Cada una de las integrantes se ponía tareas así misma que debía cumplir y compartir con el resto del grupo en la reunión posterior. Mientras tanto el equipo que diseñábamos e implementábamos el taller, nos preguntábamos si habría sido una buena idea empezar con estos temas en un grupo, que había nacido para realizar trabajo comunitario. Debido al cause que tomaban los talleres ya no podíamos dar marcha atrás, solamente quedaba observar con atención lo que sucedía.
Los talleres terminaron y evaluamos con el grupo lo que había sucedido. Las reuniones familiares era algo que se replicaba en las familias, considerando la oportunidad que nos habían compartido. Los esposos estaban intrigados ya que en un ambiente con marcadas desigualdades de género tuvieron que escuchar la opinión de mujeres e hijos, aun en algunos casos de manera involuntaria. Los comentarios de algunos hombres la comunidad fueron muy dispares, algunos reaccionaron impidiendo a las esposas ir a “esas reuniones” algunos otros aceptaron tácitamente y otros (los menos) alentaron a las mujeres a seguir y “aprender a decir las cosas, para que aprendan los muchachos”.
También el equipo que planeamos y realizamos los talleres tuvimos nuevos aprendizajes y reafirmamos que hablar de desarrollo no puede limitarse a infraestructura y servicios, es necesario tomar más tiempo para detenerse en lo más importante: las personas. Retomar estos temas en este caso permitió orientar una perspectiva de género, ya que esto era una demanda. Empoderar, ayudar a reconstruir el tejido social, formar comunidad, todo esto parecían palabras vacías si no lográbamos acércanos a lo que Satir llamaba hacer contacto es decir:
Comportarse honestamente y compartir tus éxitos y problemas honestamente. Es la forma de mantener tu integridad, de alimentar tu creciente autoestima y a la larga fortalecer las relaciones contigo mismo y con los demás.
De muchas maneras esto forma parte de ir camino a comunidad.
Trabajos citados
Satir , V. (1981). En contacto intimo (Pirmera, tercera reimpresión ed.). México D.F, México: Concepto.
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